lunes, 11 de diciembre de 2017

Hacer milpa

Armando Bartra

Los mesoamericanos no sembramos maíz, los mesoamericanos  hacemos milpa, y son cosas distintas, porque el maíz es una planta y la milpa es un modo de vida. La milpa es matriz de la civilización mesoamericana. Si en verdad queremos preservar y fortalecer nuestra identidad profunda, no sólo agroecológica, sino socioeconómica, cultural y civilizatoria, debemos pasar del paradigma  maíz al paradigma milpa, un concepto  complejo que incluye al maíz pero lo rebasa por la izquierda. 

 Porque maíz ­dicho así nomás­ es monotonía, mientras que la milpa es diversidad: en la milpa el maíz, el frijol, la calabaza, el chile, el chayote, el tomatillo, los quelites, los árboles frutales, el nopal, los magueyes y las bestezuelas del campo se hacen compañía. A diferencia de los uniformes maizales las milpas son abigarrados policultivos. 

 El maíz es uno la milpa es muchos. 
 
 El maíz discursea la milpa dialoga. El maíz es autárquico la milpa solidaria. 

 El maíz es monocorde la milpa polifónica. El maíz es singular la milpa plural. Los maizales son disciplinados cual desfiles militares las milpas son jacarandosas y desfajadas como carnavales. 

 El maíz se siembra la milpa se hace. El maíz es un cultivo la milpa somos todos. 

Lo que nos distingue de los pueblos de climas fríos y templados es que ellos siembran granos y nosotros hacemos milpa. Ellos producen trigo en plantaciones  homogéneas, nosotros cosechamos las viandas en variopintos y entreverados jardines. 


 Hacer milpa es cultura. Pero es un hecho cultural que resulta de un condicionamiento natural. 

 Los ecosistemas de diversidad abigarrada en frágil equilibrio son nuestra fatalidad natural. Hagamos de ellos nuestro patrimonio, nuestra virtud, nuestra ventaja, nuestro orgullo. 

 No demos la espalda al nicho ecológico que nos es propio, no traicionemos  nuestra condición equinoccial dejándonos llevar por los vertiginosos cultivos del Norte. No nos dejemos seducir por las rudas tecnologías que arrasan con nuestra biosfera, con nuestros suelos, con nuestros sistemas hídricos, con nuestras culturas. Honremos nuestra diversidad de suelos, topografías, climas, paisajes y ecosistemas. 

Cultivemos nuestra riqueza cultural, lingüística, culinaria, espirituosa, musical, festiva, indumentaria…
Hagamos de México, no un monótono maizal como los del agronegocio del noroeste, sino una milpa multicolor; un mosaico de aprovechamientos diversos; un policromo mural de paisajes agroecológicos pero también industriales y de servicios, que el modelo milpero no vale sólo para la agricultura sino para la vida toda. Porque antes que escuchar las “señales del mercado” hay que atender a las señales de la naturaleza. 

 La fuerza de la milpa está en la sinérgica armonía del conjunto. Su eficacia no le viene de las partes sino de su entrevero, de su abigarrada y sutil simbiosis. Fuerza de lo diverso solidario que es recurso de primera necesidad en tiempos de cambio climático. Años turbulentos en que lo único seguro es la incertidumbre. Y cuando la creciente incertidumbre medioambiental se asocia con la cada vez mayor incertidumbre económica, la única estrategia viable es atender a la sabiduría popular que recomienda no poner todos los huevos en una misma canasta y apostar a la diversidad entreverada. 


 Por si fuera poco, la milpa es anticapitalista. La separación del campo y la ciudad así como de la industria y la agricultura en un mundo donde lo urbano vampiriza a lo rural, es paradigma de un modo de producir y consumir sometido al mercado y movido por la ganancia, donde la consigna es productividad a toda costa. En cambio el campo es residencia de la diversidad natural y social, y siempre se ha resistido al uniformador modelo de agricultura industrial que resulta literalmente contra natura. 

 Nuestra vocación agroecológica son los aprovechamientos múltiples, biodiversos, tecnológicamente plurales y de manejo holista. Es nuestra vocación natural y socioeconómica la integración armónica del campo y la ciudad, la articulación virtuosa de agricultura e industria. Por temperamento y por cultura se nos da la policromía societaria, la pluralidad solidaria. 

 En el trópico la gente es risueña, cantadora, fiestera, desfajada, libertaria, imaginativa, soñadora. Entonces, hay que resistir al capitalismo que nos llegó del frío. Hay que pararlo antes de que sea tarde. Pero resistir no basta, hace falta también paradigmas de repuesto. Y en Mesoamérica el más inspirador, el más sugerente, el más poderoso, el más visionario paradigma alternativo es la milpa. Porque sin maíz no hay país, hagamos milpa

Fuente: Regeneración 

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II Lugar Premio de Periodismo “Dr. Manuel Palacio Fajardo” 2016

Desde el 06012014 - 4:35 p.m.