A mediados del siglo XX surgió un gran movimiento de cambio tecnológico conocido posteriormente como Revolución Verde, que consistió en la introducción de variedades susceptibles de cultivarse en forma mecanizada y rendir más que las variedades tradicionales, con base en el uso de agroquímicos. Esta revolución tecnológica logró aumentos drásticos en los rendimientos de los cultivos agrícolas con la consecuente disminución de los precios de los alimentos en el mercado, lo que facilitaría la industrialización al mantener bajos los salarios.
La utilización del maíz híbrido
revolucionó la producción de ese grano en Estados Unidos desde los años
treinta. Sin embargo, su introducción a México no logró al principio los mismos
resultados. Con apoyo de la Fundación Rockefeller y en el marco de complejos
arreglos políticos, asociados con la Segunda Guerra Mundial, se inició el
programa de investigación que daría lugar a la Revolución Verde. La Oficina de
Estudios Especiales de la Secretaría de Agricultura, responsable de ese
programa, sólo empezó a distribuir materiales híbridos en 1948 y sus primeros
logros se derivaron claramente de los avances que habían conseguido previamente
mejoradores mexicanos, como Edmundo Taboada y Eduardo Limón.
El mejoramiento de maíz en la
época de la Revolución Verde estuvo acompañado de una serie de medidas y
programas, como la producción oficial de semillas, a través de la Comisión Nacional
de Maíz; el establecimientoy desarrollo del Servicio de Extensión Agrícola: el
otorgamiento de créditos blandos gubernamentales de corto y mediano plazo a la
producción de maíz con los nuevos paquetes tecnológicos; la producción nacional
de fertilizantes; el sistema de acopio CEIMSA-ANDSA-Conasupo,
con sus precios de garantía, el control a las importaciones de maíz, etc. A
fines de los años sesenta se instaló en México la sede del Centro Internacional
de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) que fue el bastión para la experimentación en el
mejoramiento de semillas asociado con técnicas de alto uso de insumos.
A partir del ensayo mexicano, los
estadounidenses consideraron que se habían sentado las bases para extender su
modelo de producción agrícola a otros países del llamado “Tercer Mundo”. El
nuevo paquete tecnológico consistía desde el punto de vista agronómico en el
uso de semillas mejoradas, maquinaria agrícola y agroquímicos, pero implicaba
concentrarse en las zonas de mayor potencial, la especialización productiva de
alta rentabilidad, la concentración de las tierras y de los medios de
producción, una fuerte dependencia de la industria para sus insumos, altos
costos económicos y ecológicos, y múltiples repercusiones en la vida social y
cultural del país.
El modelo —apoyado por los
sucesivos gobiernos, los cuadros técnicos agropecuarios y las agencias de
desarrollo— requería enormes inversiones para reducir la fuerza de trabajo y
elevar los rendimientos. Los sistemas agrícolas fueron transformándose,
caracterizándose por la mecanización, la introducción de semillas mejoradas y
el uso intenso de insumos químicos: fertilizantes para los suelos, herbicidas
para controlar las malezas y plaguicidas para eliminar plagas y enfermedades
(como el folidol contra el gusano cogollero del maíz).
Inicialmente, estas técnicas se
orientaron a los cultivos de riego para obtener altos rendimientos. El maíz se
empezó a sembrar como cultivo intensivo con riego, sobre todo en Tamaulipas, el
Bajío (Michoacán, Querétaro y Guanajuato) y los valles irrigados de Sonora,
Sinaloa y Guerrero, o bajo temporal favorable en Jalisco y Veracruz. Pero
algunas de esas prácticas, junto con los apoyos oficiales otorgados, se
extendieron, principalmente a partir de la década de los sesenta, también a la
milpa en tierras de temporal.
Los fertilizantes, herbicidas y
plaguicidas se difundieron durante los años setenta y ochenta en casi todos los
sistemas de milpa de todas las regiones del país, hasta en los más recónditos
sistemas de roza, tumba y quema.
La política oficial le declaró la
guerra a la milpa: los apoyos estaban condicionados a los paquetes tecnológicos
que incluían semillas mejoradas, fertilizantes, herbicidas y demandaban
monocultivo, en aras de un mayor rendimiento, sin considerar los efectos
ambientales ni las tradiciones gastronómicas de cada región. Programas
tristemente célebres, como el de tierras ociosas, se aplicaron en contra de las
prácticas de año y vez, impulsando un cultivo continuo que empobreció las
tierras y ni siquiera aumentó los rendimientos. La deforestación de las selvas
para la introducción de monocultivos y ganadería fue apoyada por los sucesivos
gobiernos hasta la época del presidente Salinas.
El resultado inmediato fue un
aumento notable de los rendimientos, pero que con el tiempo empezaron a
menguar. De acuerdo con las cifras oficiales, los rendimientos promedio de
grano fueron mayores bajo riego (3.2 ton/ha) que en tierras de temporal (1.63
ton/ha), pero se quedaron muy por debajo del potencial. En Estados Unidos, por
ejemplo, se logran 15 o más ton/ha. En algunos sistemas tradicionales que
operan bajo condiciones de humedad (como las chinampas o el marceño) pueden
cosecharse cinco o más toneladas por hectárea. En las cifras de rendimientos
oficiales, además, sólo se toma en cuenta el grano, pues no entran en la
contabilidad la extracción de elotes y las otras partes de la planta que se
usan sobre todo en zonas de temporal, como la espiga, las hojas verdes, el
tallo, etc. Tampoco se contabilizan los rendimientos de otras plantas que se
cultivan en asociación en muchas milpas de temporal, como el frijol, la
calabaza, los chiles, los quelites… ¿Cómo comparar el rendimiento de una
hectárea de monocultivo de maíz con los múltiples aprovechamientos de una hectárea
de milpa? La tendencia a la intensificación de todos los sistemas maiceros,
incluso los temporaleros indígenas más remotos, contribuyó inicialmente a
incrementar la producción, pero pronto condujo al deterioro de los recursos naturales,
particularmente en las zonas agrícolas más intensivas. Numerosos factores se
conjugaron para limitar las expectativas productivas de la Revolución Verde,
revirtiéndolas con el tiempo desde una perspectiva agronómica y ambiental y eso
sin considerar sus impactos socioeconómicos.
Con frecuencia el maíz desempeñó
un papel secundario en la mayoría de los distritos de riego, porque los precios
del grano se mantuvieron siempre muy bajos y no competía con hortalizas,
algodón, sorgo o soya. En los años sesenta el maíz fue también desplazado de
las zonas de buen temporal por cultivos como el sorgo y sólo siguió dominando
en las áreas de regular y mal temporal, en cuyas condiciones no podía aplicarse
el “paquete tecnológico” completo de la Revolución Verde, aunque penetraran
poco a poco en ellas fertilizantes y plaguicidas.
Otro factor que impactó la
Revolución Verde fue el suelo: su profundidad, condición física, estructura,
composición y estado de contaminación afectan directamente el crecimiento de
las plantas, al favorecer o impedirel aprovechamiento adecuado del agua y los
nutrientes. Las políticas instrumentadas para desalentar la rotación, los
descansos cortos y la asociación de cultivos contribuyeron al agotamiento
progresivo de los suelos. Se privilegió el incremento de fertilidad mediante la
aplicación de químicos que a corto plazo aumentaran los rendimientos, en
detrimento de otras prácticas. A largo plazo la productividad empezó a
disminuir por erosión, pérdida de fertilidad o contaminación, particularmente
en algunas zonas.
El uso intensivo de maquinaria
generó la compactación de los suelos, reduciendo las oportunidades de la planta
desde el desarrollo de su raíz. Los suelos resultaron doblemente afectados por
la mecanización: además de la compactación, surgió la necesidad de eliminar la
vegetación que estorbaba para las labores mecanizadas, incrementando la
erosión. El uso intensivo de agroquímicos redujo al mínimo las condiciones de
vida de los diversos organismos y microorganismos que habitan en el suelo. Con
el tiempo, el resultado en muchas regiones son suelos desestructurados,
inertes, agotados, incapaces de sostener los rendimientos de los cultivos y
contaminados.
El estado nutricional de la
planta es determinante para el rendimiento agrícola y numerosos factores
intervienen en el equilibrio metabólico del maíz: calidad de la semilla y el
suelo, condiciones meteorológicas, sustancias aplicadas… La aplicación masiva
de fertilizantes nitrogenados solubles, por ejemplo, genera la producción
exagerada de follaje, que es alimento de los parásitos. Una planta equilibrada
es menos propensa a plagas y enfermedades.
La aplicación de agroquímicos con
alto grado de toxicidad que vino con la Revolución Verde produjo la
contaminación, no sólo de los suelos y de las plantas, sino también de los
ríos, manantiales y todos los cuerpos de agua, contribuyendo al deterioro
ambiental. Esto ha tenido graves repercusiones en la salud animal y humana, en
particular de los trabajadores agrícolas encargados de aplicar esos agrotóxicos,
muchas veces sin ninguna protección ni información acerca de sus peligros. Los
daños causados a la salud de todos los consumidores a través de alimentos
rociados con químicos y por la contaminación del agua son inmensos, aunque es
muy difícil cuantificarlos.
Una parte considerable del
aumento de la superficie de riego se hizo con base en bombeo de mantos
freáticos, muchas veces fósiles, lo cual, aunado al mal manejo del riego,
provocó el ensalitramiento de amplias superficies de las mejores tierras.
La roturación de suelos de
pastizales en áreas templadas semiáridas, así como la sobreexplotación de
suelos de ladera en áreas tropicales y subtropicales, han provocado la erosión
de los suelos y la consiguiente baja enla fertilidad. La apertura y sobreexplotación
de suelos tropicales ofrece en un principio considerables rendimientos, pero
pronto decaen.
El monocultivo basado en semillas
híbridas homogéneas ha provocado la pérdida de biodiversidad agrícola y la
erosión genética, lo cual propicia el surgimiento de nuevos problemas o la
agudización de los existentes, por ejemplo en relación con las enfermedades
(como el carbón de la espiga en el Bajío o el mildeu velloso o cenicilla en
Tamaulipas). Se crea así la necesidad de buscar nuevas fuentes de resistencia,
creando otros maíces mejorados, y de limitar los periodos de siembra. Sólo el
sector más pudiente de los agricultores ha podido obtener los beneficios
prometidos por la nueva tecnología y los que se derivan de las condiciones en
que se realiza la comercialización.
Un factor decisivo en el
debilitamiento de la producción del maíz fue la política de mantener precios
bajos del grano, recurriendo en parte a las importaciones, mientras aumentaban
constantemente los precios de fertilizantes, maquinaria, transporte y todas las
mercancías, de tal manera que el maíz ya no podía competir con otras
actividades agrícolas, industriales y de servicios, especialmente la
construcción.
La promesa inicial de alimentar a
la creciente población y de acabar con el hambre no se cumplió. Se produjo en
cambio mayor exclusión social y mayor desigualdad entre dos tipos de
agricultura: en un extremo la agroindustrial, basada en los nuevos paquetes
tecnológicos, con apoyos oficiales; en el otro extremo, la
tradicional-temporalera, maicera, cada vez más arrinconada en las zonas de
resistencia cultural indígena y con pocas oportunidades de tener acceso a esos
apoyos.
Los sistemas agrícolas de maíz y sus procesos técnicos
Jasmín Aguilar, Catarina Illsley y Catherine Marielle
Jasmín Aguilar, Catarina Illsley y Catherine Marielle
el establecimiento de sistematizaciones en la agricultura que se traduce definitivamente en el uso reiterativo y prolongado de mecanizacion de suelos, manejo quimico de suelo, de plagas y de enfermedades de plantas a traido como consecuencia la disminucion de buena salud y el aumento del hambre en el mundo aun cuando la promesa era presisamente la contraria
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