Si en un sector de la economía se están dinamizando las relaciones entre
Cuba y Estados Unidos, es en el de la Agricultura. Cientos de
empresarios, funcionarios y expertos han viajado de un vecino al otro y
parecería desatarse una “fiebre del oro”, aunque los interesados de
ambos lados del Estrecho de la Florida no traen palas, ni excavadoras
consigo.
Por Pilar Montes, Havana Times, 17 de noviembre de 2016
De una parte, los empresarios y agricultores estadounidenses buscan
comprar alimentos orgánicos producidos en la Isla, en tanto a otros les
interesa vender semillas y cereales genéticamente modificados.
Una sorpresa para hombres de negocios y expertos estadounidenses fue
encontrar en Cuba un raro oasis de agricultura orgánica. Sucedió por
razones políticas, geográficas y la desaparición del campo socialista,
su fundamental fuente de créditos y del 80 por ciento de su comercio
exterior.
Este tránsito de la agricultura extensiva a la intensiva está lejos
aún de proveer de alimentos a la población y, mucho menos a la
exportación, como indican las cifras que incumplen los planes de
producción cada año.
La nación caribeña busca proveedores de maquinaria y alimentos del
mercado más cercano, aunque también han mermado respecto a los primeros
años de este siglo. Muchos dirán, pero todavía estorba el bloqueo a ese
comercio. Sin embargo, hay quienes siempre se adelantan a los
acontecimientos, como la empresa que desea invirtir en el montaje de
pequeños tractores Cleber en Cuba.
Un representante demócrata por Maine, Chellie Pingree dijo a The New
York Times, que “a los cubanos no los entusiasma tener un Burger King en
cada esquina ni que Monsanto se instale aquí.”
En realidad, los cubanos confían más en sus científicos de la
biotecnología que en las semillas que pudiera suministrarle Monsanto,
Dupont u otra de los grandes fabricantes transgénicos. En 2011, se
hicieron algunos experimentos, aunque varias fuentes y no oficiales
cubanas, aseguran que La Habana renunció a los cultivos transgénicos.
El director general de la empresa productora de semillas del
Ministerio de Agricultura, Manuel Rodríguez, citado por la agencia DPA,
de Alemania y publicado por Havana Times, afirmó que la política del
país (hasta junio de 2015, que fue la fecha del despacho) es no negociar
con nadie que produzca semillas transgénicas”.
Otro funcionario que lo acompañaba, Rogelio Pupo, añadió que el uso
de ese tipo de cultivo no se contempla por motivos “de seguridad
biológica”.
Una de las entidades más prestigiosas cubanas defensoras del
medioambiente, la Fundación Antonio Núñez Jiménez, sentó su postura
opuesta al uso de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) con fines
agroalimentarios.
En el documento emitido sobre el tema, la Fundación Jiménez señaló
que “es necesario destacar la posición favorable de nuestro país de
incrementar la producción agrícola para el consumo humano a través de la
práctica de una agricultura orgánica y sostenible que ha demostrado su
potencial y se convirtió en un modelo de agricultura familiar, como
alternativa a los modelos convencionales”.
También es cierto, según un informe publicado por la organización
internacional People in Need en colaboración con ambientalistas cubanos,
que la Isla no posee ninguna legislación que prohiba la producción, uso
y consumo de OGM, aunque suscribió en 2010 la Declaración de
Cochabamba, que reniega categóricamente la explotación de ese tipo de
cultivos.
Cuba todavía importa, no obstante, entre el 60 y 80 por ciento de lo
que comen sus habitantes. El Estado, hasta hace poco propietario
mayoritario de la tierra y ahora poseedor de apenas el 29 por ciento,
decidió distribuir en usufructo parcelas de tierra a particulares,
además de los pequeños agricultores y las cooperativas que son más
eficientes que las empresas estatales.
Lo que piensan los visitantes de Estados Unidos
En mayo último, un representante demócrata por Maine, Chellie Pingree
encabezó una coalición de líderes de la industria orgánica, chefs de
cocina e inversionistas que estuvieron cinco días en Cuba con el
objetivo principal de alentar a los funcionarios cubanos a resistir los
intereses más convencionales y poderosos agrícolas, de la industria
alimenticia de Estados Unidos y persuadir a los productores de la Isla
sobre la necesidad de extender sus prácticas orgánicas de pequeña
escala, que ya son parte de su vida cotidiana.
Para el grupo de la Coalición Agrícola su sueño es ayudar a Cuba a
mantenerse fiel a una agricultura sostenible, que rechace los productos
químicos y la modificación genética. El incentivo está claro: alimentar
un mercado estadounidense ávido y capaz de pagar una prima por los
productos orgánicos.
Los temores de la Coalición, entre cuya membresía hay orgánicos y
convencionales o transgénicos, fueron tranquilizados por opiniones como
la de DevryBoughnerVorwerk, anterior ejecutivo de la transnacional
Cargill y ahora director del grupo. “El punto clave aquí es que hay
espacio (dulce) para todos.”
Para Doug Schroeder, un agricultor de soya de Illinois, su estado
embarca hacia Cuba unos 20 millones de dólares anuales de maíz y soya,
incluso bajo el complejo sistema de restricciones que todavía rige el
comercio entre los dos países. Si Estados Unidos levantara el bloqueo
financiero, esa cifra podría subir hasta 220 millones de dólares.
La delegación de la Coalición no se fue a casa con las manos vacías,
ya que el grupo de unos 100 miembros, incluyendo a grandes como
Butterball y Cargill, lograron un acuerdo con el Grupo Empresarial
Agrícola de Cuba para restablecer a la Isla como mercado para los
productos agroalimentarios de Estados Unidos.
De La Habana a Washington Una delegación cubana encabezada por el
Ministro de Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, cumplió
recientemente una invitación de su homólogo estadounidense, Tom Vilsack,
con el objetivo de fortalecer los vínculos y continuar las
negociaciones iniciadas en La Habana.
El secretario de Agricultura estadounidense, Tom Vilsack, se llevó al
ministro Rollero, en los primeros días de junio, en una visita a Iowa,
visitando tanto una finca orgánica como los predios de Dupont Pioneer,
el mayor productor en EE.UU. de semillas híbridas y genéticamente
modificadas.
Según informó la prensa cubana el 4 de junio sobre la visita de
Rollero, las partes coincidieron en la importancia de ampliar la
cooperación, mediante los intercambios e investigaciones conjuntas para
su aplicación práctica en el desarrollo de la agricultura de la Isla.
Recientemente, The New York Times, refirió que los empresarios y
oficiales de la administración del presidente Barack Obama reconocen que
los transgénicos pueden ser una propuesta lucrativa, pero amenazaría el
potencial de miles de hectáreas dedicadas en Cuba a los cultivos
orgánicos.
Tampoco creen que se desenrede la madeja del bloqueo pronto, porque
los esfuerzos para levantar las restricciones se mueven lentamente en el
Congreso y también caen detrás de las prioridades de las elecciones
presidenciales de noviembre.
Ensayos premiados y publicados en revistas científicas cubanas
reflejan una posición contraria a los organismos transgénicos. De la
vigilancia de los ecologistas cubanos y la población consciente de su
peligro, dependerá que se detengan planes para aceptarlos en el país.
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