La noticia se hizo viral. No era para menos, porque
cumplía con un requisito básico en periodismo: un magnífico titular. El
clásico “hombre muerde a perro” o, para el caso que nos ocupa, “los
pájaros se tiran a las escopetas”.
Estamos
acostumbrados a leer noticias que se ajustan al guion previsto, como que
los zorros se cuelan en los gallineros y acaban con decenas de
gallinas. Por eso, cuando una noticia como la que publicó The Guardian
es a la inversa, se expande a los cuatro vientos.
El
protagonista era un zorro joven, de unos seis meses de edad según se
dedujo del tumefacto cadáver picoteado que encontraron los escolares por
la mañana. El animal pensó que se iba a poner las botas y, con alevosía
y nocturnidad, se coló en un gallinero de una escuela agrícola en
Bretaña, en el noroeste de Francia.
El zorro calculó
mal sus pasos, probablemente por los mismos dos prejuicios con los que
los humanos contemplamos a las gallinas. Es decir, que son bobas y
mansas. Poco más que fábricas de carne cuyo único talento, en el caso de
las hembras, es poner huevos. Para la mayoría de la gente los pollos
son más necios que otras aves, como los cuervos y los cucos, tomadas por
astutas.
Esa es una visión reforzada por algunas
representaciones de pollos y gallinas en la cultura popular, en la
literatura y en el cine. Recuerden, por ejemplo, a Heihei, el gallo estúpido de la película Moana.
Se trata de una representación que bien podría ayudar a las personas a
sentirse mejor cuando comen huevos o carne de pollo producida mediante
prácticas agrícolas intensivas.
Hay algo extraño en
las gallinas. A nivel mundial, suman más de 19.000 millones, lo que las
convierte en una de las especies de vertebrados más abundantes del
planeta. El ave más común del mundo es en realidad inteligente y quizás
incluso sensible al bienestar de sus compañeros, lo que podría generar
algunas preguntas éticas incómodas para la industria agrícola.
Que
gallinas y pollos no son tontos es algo que la ciencia sabe gracias a
una serie de investigaciones publicadas en los últimos años. Pueden
contar, mostrar cierto nivel de autoconciencia e incluso manipularse
unos a otros por métodos un tanto maquiavélicos. Para no explayarme,
remito a los lectores a una revisión de la literatura científica sobre
la capacidad cognitiva de las gallináceas que se publicó en 2017 en la
revista Animal Cognition.
Lo que
uno concluye de la lectura de ese artículo es que según los estudios más
recientes los pollos domésticos han sido el foco de una revolución en
nuestra comprensión de su complejidad anímica y social. Ahora se sabe
que al menos algunas aves se equiparan con muchos mamíferos en términos
de nivel de inteligencia, sofisticación emocional e interacción social.
Las gallinas y su mala leche
Ahora
vayamos con la agresividad. No es ningún secreto entre avicultores que
los pollos pueden ser feroces. Las bandadas de pollos de corral tienen
una jerarquía clara: el ave más grande, más fuerte y más agresiva
gobierna el gallinero.
Este orden jerárquico implica
que las aves dominantes abusan de su poder intimidando y picoteando a
sus congéneres más débiles para someterlos. Las aves que ocupan la cima
de la jerarquía obtienen un mejor acceso a los abrevaderos y los mejores
lugares de pernocta de las naves. Pero estos pájaros jefes también
tienen una responsabilidad especial: deben vigilar a los depredadores y
guiar a las otras aves a un lugar seguro si hay peligro.
En este caso, los pollos no huyeron. Siguieron a su líder y se unieron para emboscar al zorro.
De
casta le viene al galgo. En los pollos de corral la agresividad está
genéticamente condicionada, como demostró una sesuda investigación de un
grupo de científicos chinos que fue publicada en agosto de 2016 en Nature.
En
resumen, el estudio halló un grupo de genes asociados al comportamiento
agresivo de los pollos mediante la regulación de la síntesis de
sortilina, una proteína de membrana que posee importantes funciones en
las neuronas, y de dopamina, el neurotransmisor que regula las emociones
en los vertebrados.
¿De dónde les vienen los genes
agresivos? Respuesta: filogenia. Los pollos, como todas las aves, son
los descendientes de los dinosaurios avianos. Estos, gracias a sus
plumas, lograron superar la crisis del Cretácico tardío que diezmó a sus
parientes reptilianos.
Hace 130 millones de años,
dinosaurios avianos carnívoros como Microraptor, cazaban en los bosques
de coníferas y pteridospermas del Cretácico. Más tarde lo hicieron los
Velociraptor, popularizados en la novela de Michael Crichton Parque Jurásico y apodados “raptors” en la película homónima de Spielberg.
En
el gallinero francés, tan pronto como se puso el sol y la compuerta
automática, controlada por una célula fotosensible, se cerró detrás del
zorro, las aves sacaron su personalidad de señor Hyde y canalizaron su
agresividad oculta de tiranosaurios atacando al zorro, que pagó el pato.
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