El
planeta está al inicio de la sexta extinciòn masiva de su historia: ya
se han registrado colosales pérdidas en animales más grandes que son más
fáciles de documentar. Sin embargo, los insectos son de lejos los
animales más abundantes y variados, con una población 17 veces mayor a
la de la humanidad. Los investigadores afirman que son “esenciales” para
el funcionamiento de los ecosistemas, ya sea como comida de otras
criaturas, para polinizar las plantas o reciclar nutrientes.
Recientemente,
se ha estudiado el rápido descenso de la población de insectos en
Alemania y Puerto Rico, pero este análisis indica que la crisis es de
escala global. Los investigadores redactaron sus conclusiones con
términos inusualmente contundentes para tratarse de un estudio
científico: “Esta tendencia confirma que la sexta extinción masiva está
teniendo un impacto profundo en las formas de vida de nuestro planeta”.
“A
menos que cambiemos nuestra forma de producir alimentos, los insectos
irán camino a la extinción en solo unas décadas”, escribieron. “Las
consecuencias de esto para los ecosistemas del planeta serán, cuando
menos, catastróficas”.
El estudio, publicado en la
revista acadèmica Biological Conservation, asegura que la agricultura
intensiva es la causa principal del descenso de la cantidad de insectos,
especialmente el uso de pesticidas. La urbanización y el cambio
climático son otros factores importantes.
“Si no se
puede poner freno a la pérdida de especies de insectos, las
consecuencias serán catastróficas tanto para los ecosistemas del planeta
como para la supervivencia de la humanidad”, afirma Francisco
Sánchez-Bayo, de la Universidad de Sydney, Australia, uno de los
redactores del análisis junto con Kris Wyckhuys de la Academia China de
Ciencias Agrarias de Pekín.
El índice de pérdida anual
de insectos de 2,5% durante los últimos 25 o 30 años es “estremecedor”,
señala a The Guardian Sánchez-Bayo: “Es muy acelerado. En 10 años
tendremos un cuarto menos de insectos, en 50 años quedará solo la mitad y
en 100 años habrán desaparecido”.
Los animales morirán de hambre
Uno
de los mayores impactos de la pérdida de insectos lo sufrirán las aves,
los anfibios y los peces: los principales animales que se alimentan de
ellos. “Si pierden su fuente de alimento, todos estos animales morirán
de hambre”, afirma Sánchez-Bayo. Este efecto cascada ya ha sido
registrado en Puerto Rico, donde un estudio reciente revela que en 35
años se reducirá en un 98% la cantidad de insectos de tierra.
El
nuevo análisis selecciona los 73 mejores estudios realizados hasta la
fecha para evaluar el descenso de la cantidad de insectos. Las mariposas
y las polillas son los más afectados. Por ejemplo, la cantidad de
especies de mariposas en Inglaterra cayó en un 58% entre 2000 y 2009.
Reino Unido sufrió el peor descenso registrado de insectos, aunque es
probable que se deba a que allí se les estudia con más intensidad que en
otros sitios.
También se han visto seriamente
afectadas las abejas. Por ejemplo, solo la mitad de las especies de
abejas que se encontraron en Oklahoma (Estados Unidos) en 1949 fue
registrada en 2013. En 1947 había 6 millones de colonias de abejas en
todo Estados Unidos, pero desde entonces se han perdido 3,5 millones.
Existen
más de 350.000 especies de escarabajos y muchas están en rápido
descenso, especialmente el escarabajo coprófago. Sin embargo, hay
especies sobre las que se sabe muy poco, como las moscas, hormigas,
pulgones, chinches y grillos. Los expertos dicen que no hay razón para
pensar que estas especies están conservándose mejor que las que se han
estudiado.
Un
pequeño número de especies adaptativas ha crecido en población, pero no
son suficientes para compensar las grandes pérdidas. “Siempre hay
algunas especies que aprovechan el vacío que se genera por la extinción
de otras especies”, explica Sanchez-Bayo. En Estados Unidos, el
escarabajo oriental común está aumentando su población gracias a que
tolera los pesticidas.
La mayoría de los estudios se
realizaron en Europa occidental y Estados Unidos, con algunos otros
hechos en Australia, China, Brasil o Sudáfrica, pero en otros sitios
existen muy pocos.
“La causa principal del descenso de
las poblaciones de insectos es la agricultura intensiva”, afirma
Sánchez-Bayo. “Eso significa la eliminación de los árboles y arbustos
que normalmente rodean los campos, entonces solo quedan planicies y
campos desnudos que son tratados con fertilizantes y pesticidas”. El
científico remarca que la pérdida de insectos parece haber comenzado a
principios del siglo XX, acelerándose en los años 50 y 60 para alcanzar
“proporciones alarmantes” en las últimas dos décadas.
Sánchez-Bayo
cree que los nuevos tipos de insecticidas que se comenzaron a utilizar
en los últimos 20 años, incluidos los neonecotinoides y el fipronil, han
sido especialmente dañinos, ya que se usan de forma rutinaria y quedan
en el medioambiente: “Esterilizan la tierra, matando todas las larvas”.
Esto impacta incluso en las reservas naturales cercanas: el 75% de las
pérdidas de insectos registradas en Alemania se dio en zonas protegidas.
“Los humanos no podemos sobrevivir sin los insectos“
Sánchez-Bayo
señala que el mundo debe cambiar la forma en que produce alimento.
Destaca además que las granjas orgánicas tienen más insectos y que los
pesticidas ocasionales que se utilizaban en el pasado no causaban tanto
daño como el visto en las últimas décadas. “La agricultura intensiva a
escala industrial es lo que está destruyendo los ecosistemas”, añade.
En
la zona de los trópicos, donde no suele utilizarse la agricultura
industrial, se cree que lo que está matando a los insectos es el aumento
de la temperatura a causa del cambio climáticos. Allí, las especies
están adaptadas a condiciones muy estables y no tienen capacidad de
cambio, como se ha visto en Puerto Rico.
Sánchez-Bayo
afirma que el inusual lenguaje contundente que se utilizó en el análisis
no es alarmista. “Queríamos despertar a la gente” y los otros analistas
y editores estuvieron de acuerdo, cuenta. “Si se tiene en cuenta que el
80% de la biomasa de insectos ha desaparecido en los últimos 25 30
años, el problema es grande”.
Otros científicos están
de acuerdo en que está claro que la pérdida de insectos es un grave
problema mundial. “Toda la evidencia apunta en la misma dirección”,
señala el profesor Dave Goulson de la Universidad de Sussex en el Reino
Unido. “Nos debería preocupar a todos, ya que los insectos son el
corazón de toda cadena alimenticia, polinizan la mayoría de las plantas,
mantienen el suelo saludable, reciclan nutrientes, controlan las pestes
y muchas más cosas. Ya sea que los amemos o los odiemos, la realidad es
que los humanos no podemos sobrevivir sin los insectos”.
Matt
Shardlow, del centro de conservación Buglife, afirma: “Es muy
preocupante ver esta recopilación de evidencias que demuestra en qué
estado calamitoso están las poblaciones de insectos en todo el mundo. Es
cada vez más obvio que la ecología del planeta está colapsando y que
hay que hacer un gran esfuerzo global para poner freno y revertir estas
horrorosas tendencias”. En su opinión, el análisis exagera un poco el
papel de los pesticidas y minimiza el cambio climático, aunque también
podrían ser significativos otros factores no muy estudiados, como la
contaminación lumínica.
El profesor Paul Ehrlich, de
la Universidad de Stanford en Estados Unidos, ha visto de primera mano
cómo se extinguen los insectos, gracias a su trabajo con la mariposa de
Quino en la reserva de Standord en Jasper Ridge. Comenzó a estudiarlas
en 1960, pero en 2000 habían desaparecido todas, principalmente por
culpa del cambio climático.
Ehrlich eloga el análisis:
“Es extraordinario que hayan analizado todos esos estudios y que lo
hayan hecho tan bien”. Afirma que le impactó especialmente el descenso
de insectos acuáticos. “Sin embargo, no mencionan que la superpoblación
humana y el consumo excesivo están contribuyendo a la pérdida de
insectos, además del cambio climático”, añade.
Sánchez-Bayo
cuenta que recientemente vivió en carne propia la pérdida de insectos.
Durante unas vacaciones familiares, hizo en coche 700 kilómetros por la
Australia rural y no tuvo que limpiar el parabrisas ni una sola vez.
“Hace unos años, tenía que hacerlo constantemente”.
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