Las hormigas cazadoras de termitas de la especie Megaponera analis  no dejan atrás a ningún soldado herido que se pueda salvar. Los rescatan en el mismo campo de batalla y los llevan a cuestas de vuelta al hormiguero, donde atienden sus heridas
 una por una, un comportamiento único en el mundo animal y descrito por 
primera vez por investigadores de la Universidad de Würzburg (Alemania).
 A las pocas horas, las hormigas heridas –algunas mutiladas– se 
reincorporan a las cacerías como si nada hubiese ocurrido. Sin el 
tratamiento, morirían en menos de 24 horas.
La hormiga M. analis habita
 gran parte del África subsahariana y se alimenta exclusivamente de 
termitas. Su forma de cazar, explica Erik Frank, autor principal de la 
investigación, “es muy sofisticada y muy militar”.
Del
 hormiguero salen periódicamente exploradores en busca de nidos de 
termitas. Cuando descubren uno, regresan y movilizan un ejército de 
entre 200 y 600 hormigas. Los insectos marchan en filas de tres o 
cuatro, formando una columna de entre dos y tres metros. “Estas columnas
 tienen muchas similitudes con la organización militar de los antiguos 
romanos y de la época medieval”, describe Erik Frank en entrevista por 
videoconferencia. En un paralelismo con la vanguardia y la retaguardia 
de una formación militar humana, las hormigas más grandes se sitúan a la
 cabeza y la cola de la columna, donde deben estar los soldados mejor 
preparados por si aparecen enemigos a los que hacer frente.
Las columnas de M. analis recorren
 normalmente entre uno y cincuenta metros hasta llegar a su meta, 
explica Frank, que ha pasado meses en el Parque Natural de Comoé, en 
Costa de Marfil, vigilando hormigueros de esta especie para seguir las 
cacerías y registrarlas en vídeo. Una vez llegan al termitero, los 
soldados más grandes excavan agujeros con sus mandíbulas y la columna 
entera se abalanza sobre sus presas.
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| Las hormigas ‘Megaponera analis’ se enfrentan a las termitas en encarnizados combates (Erik T. Frank) | 
Pero las termitas no están indefensas: cuentan con mandíbulas capaces
 de perforar y seccionar partes del cuerpo de las hormigas. Los 
encuentros de las dos especies resultan en combates encarnizados que se 
zanjan con numerosas bajas en ambos lados.
Al terminar la batalla,
 las hormigas se hacen con el botín y peinan el lugar en busca de sus 
camaradas heridas, a las que localizan gracias a unas feromonas que 
estas emiten. Las recogen con cuidado entre sus mandíbulas, aunque solo 
si sale a cuenta para la colonia. Es decir, si sus heridas no son graves
 y se pueden recuperar.
LAS HORMIGAS PIDEN AUXILIO EMITIENDO FEROMONAS
Lo
 más común entre los soldados lesionados son extremidades seccionadas y 
termitas que se quedan enganchadas a su cuerpo aun después de muertas. 
La columna carga con termitas y heridos de vuelta al hormiguero; en unos
 diez minutos, ya no queda ninguna hormiga en el exterior.
“Yo 
pensaba que lo más importante de este comportamiento era rescatar a los 
heridos de los depredadores de fuera y llevarlos de vuelta al nido, para
 que se pudieran recuperar tranquilamente”, relata Frank, que fue quien 
descubrió que las hormigas M.analis rescatan a sus heridos. Ahora, Erik 
Frank ha hallado que es lo que ocurre dentro del hormiguero 
inmediatamente después de las cacerías lo que les salva la vida.
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| Un soldado carga a otro herido tras una batalla contra las termitas (Erik T. Frank erik@the-franks.de / Erik T. Frank erik@the-franks.de) | 
Al llegar al nido, las hormigas tratan las heridas de sus compañeras 
en un ritual meticuloso que puede durar hasta cuatro minutos por 
individuo. Retiran con cuidado las termitas enganchadas y se ocupan de 
cada extremidad amputada cogiéndola suavemente con sus fauces para 
lamerla una y otra vez.
Gracias al tratamiento, sólo muere un 10% de los
 heridos. En experimentos en un laboratorio, cuando los investigadores 
impidieron que las hormigas convalecientes recibieran los cuidados de 
sus camaradas, a las 24 horas un 80% de ellas había muerto, según 
publica hoy la revista científica ‘Proceedings of the Royal Society B’.
“Es
 la primera vez que se observa en animales un tratamiento de heridas por
 otro individuo”, remarca Frank. “Los perros y los gatos, por ejemplo, 
tratan sus propias heridas, pero no las de otros individuos. También 
tenemos observaciones anecdóticas en chimpancés y otros monos, pero 
ninguna de rigor científico que se pueda cuantificar”.
Erik Frank recalca que este comportamiento no nace de la compasión. 
Es totalmente inconsciente y solo existe porque es beneficioso para la 
colonia, ya que en el mundo de las hormigas los individuos carecen de 
valor.
Los científicos todavía no saben qué es el tratamiento que 
las hormigas aplican a las heridas. “Si hacemos experimentos en una 
habitación estéril, sobreviven todas las hormigas, aunque no reciban las
 curas. Eso demuestra que lo que hace el tratamiento es impedir la 
infección de las heridas”. El próximo objetivo de Frank es indagar qué 
sustancias podrían estar aplicando las hormigas. Lo hará en la 
Universidad de Lausana (Suiza), a la que se ha trasladado para continuar
 su investigación.
Por otra parte, los investigadores también han 
descubierto que no todas las hormigas reciben el mismo tratamiento. Las 
primeras en ser atendidas son las que tienen heridas más leves. En 
cambio, las que no tienen posibilidades de volver a ser útiles para la 
colonia, por ejemplo, las que han perdido cuatro o cinco de sus seis 
extremidades, ni siquiera son tratadas y aparecen al poco tiempo muertas
 en el exterior del hormiguero. Los científicos todavía no saben si las 
sacan sus compañeras o si salen arrastrándose por su propio pie para no 
convertirse en una carga.
De hecho, las hormigas con heridas más 
graves ni siquiera dejan que otras las rescaten. “Tienen un sistema de 
regulación muy simple para diferenciar a qué hormigas vale la pena 
rescatar y a cuáles no”, describe Frank. Tras ser atacadas por las 
termitas, intentan ponerse en pie. Si lo consiguen –porque sus heridas 
no son totalmente incapacitantes—, piden auxilio emitiendo feromonas. Se
 dejan recoger por sus rescatadoras y se mantienen quietas hasta que 
llegan al hormiguero.
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| El investigador Erik Frank, trabajando sobre un nido de ‘Megaponera analis’ recreado artificialmente en el laboratorio del Parque Natural de Comoé (Erik T. Frank) | 
En cambio, si no logran levantarse, “parece que no emiten las 
feromonas de socorro”, explica Frank. Además, si otras hormigas 
recogerlas para llevarlas de vuelta al nido, se retuercen y dan tumbos 
violentos para que sus salvadoras las suelten. A diferencia de lo que 
ocurre en las comunidades humanas, en las que son los médicos los que 
deciden la prioridad a la hora de atender los heridos, en el mundo de 
las hormigas son los propios heridos los que determinan quién recibe los
 cuidados.
“Lo lindo de las hormigas es que tienen comportamientos
 muy complejos que se pueden explicar con reglas muy, muy simples”, 
afirma Erik Frank. Mientras que las personas dependemos de la empatía y 
un complicado sistema cognitivo para comunicarnos y ayudarnos, las 
hormigas basan sus decisiones e interacciones sociales exclusivamente en
 feromonas.
HORMIGAS QUE EXAGERAN PARA SER SALVADAS
Frank
 también ha descubierto que las hormigas con heridas leves se comportan 
como si sus lesiones fueran mucho más graves cuando tienen compañeras 
cerca, para que estas las rescaten. Fingen que no pueden andar, se 
tropiezan, se caen y se interponen en el camino de la columna. Pero si 
nadie las recoge y se quedan solas, comienzan a andar a toda velocidad 
para regresar al hormiguero cuanto antes 
“No es 
que estén intentando engañar a las demás”, puntualiza el investigador. 
“Si se comporta como si estuviera más lastimada, es más probable que las
 otras hormigas la encuentren y la ayuden. Y para la colonia, tiene un 
valor que la rescaten”.
 

 
 
 
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