"Hoy existe una creciente tendencia de crear procesos formación
agroecológica llevados a cabo por los movimientos sociales del campo.
Entre las escuelas técnicas agropecuarias ‘convencionales’ apropiadas
por las organizaciones campesinas, las escuelas no formales de
capacitación o formación campesina y la construcción de instituciones de
educación profesional, licenciaturas e ingenierías en agroecología, hay
una verdadera efervescencia de propuestas, enfoques, metodologías y
prácticas en la formación agroecológica, sobre todo en América Latina".
En los procesos territoriales de resistencia y transformación, los
movimientos sociales del campo cada mas plantean la agroecología como
elemento clave en una agricultura campesina ecológica, encaminado junto
con la reforma agraria y la defensa de la tierra y el territorio a la
construcción de la soberanía alimentaria en armonía con la Madre Tierra
(Rosset, 2016; Rosset; Martínez-Torres, 2012, 2016). Pero transformar
una agricultura campesina – muchas veces atrapada en modelos
tecnológicos derivados de la Revolución Verde (monocultivo, semillas
comerciales, fertilizantes químicos, agrotóxicos, etc.) en una
producción agroecológica, requiere procesos de formación humana, de la
base campesina, además de procesos sociales que estimulan el
intercambio, innovación y socialización horizontal de prácticas
productivas alternativas (Stronzake, 2013; McCune et al., 2014).
Por
lo tanto, hoy existe una creciente tendencia de crear procesos
formación agroecológica llevados a cabo por los movimientos sociales del
campo. Entre las escuelas técnicas agropecuarias ‘convencionales’
apropiadas por las organizaciones campesinas, las escuelas no formales
de capacitación o formación campesina y la construcción de instituciones
de educación profesional, licenciaturas e ingenierías en agroecología,
hay una verdadera efervescencia de propuestas, enfoques, metodologías y
prácticas en la formación agroecológica, sobre todo en América Latina
(Barbosa; Rosset, 2017a, 2017b).
Los movimientos sociales parten
de una acumulación de trabajo teórico y práctico de formación política,
emancipadora, así incorporando aportes de la educación popular, la
educación autónoma, el concepto de intelectuales orgánicos y la visión
de la ‘nueva mujer’ y el ‘nuevo hombre’, hacia la construcción de
procesos formativos en agroecología (Stronzake, 2013; Barbosa, 2015;
McCune, 2017). En particular se observan estos procesos en las
organizaciones y procesos articulados por La Vía Campesina (LVC) y la
Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (Cloc), su
espacio continental (Martínez- -Torres; Rosset, 2011; Barbosa; Rosset,
2017b).
Es ante una coyuntura de crisis del capital transnacional
financiero y su creciente necesidad de controlar los recursos
mercantilizables del planeta – fenómeno inevitablemente vinculado con el
discurso consumista que los medios comunicativos del capital proyectan
hacia el seno de las voluntades individuales – que los movimientos
sociales del campo construyen estrategias de formación con agroecología
como eje de una lucha contra- -hegemónica (Rosset, 2016). En este
sentido, la agroecología es, además de ser una disciplina científica y
una práctica social, una herramienta en la auto-construcción del
campesinado como sujeto histórico (Barbosa, 2015) que rechaza el
consumismo, la mercantilización de la vida y la violación de la
naturaleza (Rosset; Martínez-Torres, 2016; McCune, 2017).
Las y
los sujetos individuales de formación, a menudo hijas e hijos de
campesinas, pueblos indígenas y afro-descendientes, se convertirían en
intelectuales orgánicos/as que no solamente sepan comunicar los
argumentos del movimiento a la sociedad más amplia, sino también están
preparados y preparadas para implementar la producción agroecológica en
sus comunidades e ir tejiendo procesos asociativos de productores y
productoras. Sin embargo, ya muchos movimientos y organizaciones se han
dado cuenta que, a pesar de una verdadera proliferación de escuelas
agroecológicas, la relación que pueden tener éstas con la transformación
a nivel territorial hacia una ampliación, ‘masificación’ o escalamiento
de la agroecología, no es tan directa o simple (McCune, 2017).
El
presente ensayo se sitúa en tres reflexiones principales, los cuales
hacen referencia a: (1) una “pedagogía campesina,”
política-agroecológica, emergente, tanto en estas escuelas, como en los
procesos agroecológicos territoriales; (2) a como llevar la agroecología
campesina a una escala territorial (cada vez mas familias en cada vez
mayores territorios), y (3) a como el territorio puede ser desplegado
como mediador pedagógico para enlazar la pedagogía con la
territorialización de la agroecología.
En la parte metodológica,
hace falta una actualización de la propuesta de educación popular que
surgió en los años 1960 del siglo pasado y su adecuación al mundo de
hoy, particularmente respecto al contexto en que los actores sociales
populares deben responder a las graves consecuencias ecológicas y
sociales del modelo convencional de agricultura y alimentación. Si la
educación popular nació en medio del problema estructural del latifundio
(Freire, 1970), el problema de hoy es el modelo neoliberal y depredador
del capital transnacional en su dominio sobre ecosistemas y pueblos.
El
régimen corporativo de alimentos atenta en contra al planeta y sus
habitantes: a la vez que produce unas tres veces las calorías necesarias
al nivel mundial, también produce hambre, sed, contaminación, cambio
climático, desiertos verdes, dependencias, enfermedades y graves
injusticias.
Sin embargo, el modelo convencional se blinda en un
‘monocultivo del saber’ que confirma la legitimidad del sistema
dominante a través de diversos medios: universidades, estaciones
experimentales, propaganda comercial, supuestos reduccionistas y mitos.
Recuperar y socializar los saberes y conocimientos populares que pueden
romper el sistema de verdades del agronegocio, exige una actualización
de la educación popular (Rosset; Martínez-Torres, 2016; Martínez-Torres;
Rosset, 2014, 2016; McCune, 2017). Por lo tanto, este artículo parte de
la necesidad de encontrar metodologías formativas que superan a los
límites de la escuela en búsqueda de mayor relevancia para la
reproducción social dentro del campo, dando respuesta a la necesidad de
llevar la agricultura campesina agroecológica a la escala de territorios
enteros, como parte del embate con el capitalismo extractivista del
agronegocio, minería, etc. Hasta ahora se ha considerado la formación
como un fenómeno centrado en el sujeto individual y sus procesos
mentales; hace falta considerar las posibilidades de formación tomando
como sujeto el territorio, en todo su complejidad humana,
epistemológica, ecológica y sociocultural, para averiguar los métodos
socio- -educativos adecuados para la reconfiguración territorial sobre
bases agroecológicas (McCune et al. 2017a, b; McCune, 2017).
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