El solsticio de invierno,
que suele ocurrir alrededor del 21 de diciembre (ha tenido lugar hoy a
las 5.48 de la mañana), es un evento clave que marca un cambio en los
ciclos naturales y astronómicos: coincide con la noche más larga en el
hemisferio Norte y el día más largo en el hemisferio Sur. Además, marca
el momento a partir del cual las noches comienzan a acortarse día a día,
hasta llegar a la primavera y luego al verano. De hecho, se puede decir
que determina el momento a partir del cual la larga oscuridad del invierno es derrotada por la luz, de modo que llega el turno para que la naturaleza despierte y las cosechas puedan crecer.
Hace miles de años esta fecha era un momento de celebración para los
paganos: se celebraba en el Stonehenge y en las profundidades de los
bosques germanos en forma de rituales y festivales. En Guatemala se
sigue celebrando hoy en día a través del ritual de la «Danza de los voladores»,
en los que varias personas giran y danzan en torno a una estaca. Se
cree que los romanos celebraban las festividades en honor a Saturno,
Saturnalia, en este momento, y que en Escandinavia se celebraba el
festival de Juul. Para los cristianos, esta fecha evolucionó
probablemente hasta la celebración del nacimiento de Jesús, el 25 de Diciembre.
Mucho tiempo después, se cree que los romanos celebraban las
festividades en honor a Saturno, Saturnalia, en este momento. Mientras
que en Escandinavia se celebraba el festival de Juul ¿Dónde se originan
todas estas celebraciones?
Para muchas culturas antiguas, que tenían que luchar contra largos y
duros inviernos, el solsticio de invierno era un momento clave en el que
la luz y la vida derrotaban a la oscuridad y a la muerte asociadas al invierno.
Era el momento a partir del cual se podía conseguir más comida en los
ríos y en los campos, y había que celebrarlo, cuando no venerar al Sol a
través de sacrificios u otro tipo de rituales.
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