De forma reciente, un artículo replicado por múltiples
medios en España aseguraba en su titular: ‘Dejar de comer carne no va a
salvar el planeta’. Pues bien, un nuevo informe de la prestigiosa
revista médica The Lancet, que ha contado con la participación de 37
científicos de diversas disciplinas acaba de concluir que por la salud
humana y la del planeta se necesita un cambio radical de nuestra dieta
que reduzca más de un 50% el consumo de la carne roja y el azúcar.
Este
trabajo llevado a cabo durante 3 años por la comisión EAT-Lancet evalúa
específicamente cómo lograr alimentar a 10.000 millones de personas en
2050 con una dieta de ‘salud planetaria’,
concepto que se refiere a “la salud de la civilización humana y el
estado de los sistemas naturales de los que depende”. El informe resulta
de gran interés, pues trata de establecer por primera vez objetivos científicos cuantitativos que permitan actuar a gran escala para transformar el sistema alimentario mundial.
Los
científicos consideran que los datos son suficientemente sólidos para
afirmar que, si se quiere alimentar a toda la humanidad de forma
saludable, sin degradar los ecosistemas naturales, se requiere una
acción inmediata. Esto conlleva en primer lugar un cambio a dietas
saludables que dupliquen el consumo de frutas, verduras, legumbres y
frutos secos, y reduzcan a más de la mitad los azúcares añadidos y la
carne roja (principalmente, reduciendo su ingesta excesiva en los países
más ricos).
El informe no defiende el vegetarianismo, sino una dieta ‘flexitariana’: basada
fundamentalmente en alimentos de origen vegetal, pero que puede incluir
de forma ocasional cantidades modestas de pescado, carne y productos
lácteos. Según el informe de The Lancet, estas
modificaciones de hábitos alimentarios podrían prevenir cerca de 11
millones de muertes por año en el mundo, lo que representa entre el 19% y
el 24% del total de fallecimientos de adultos.
“La
comida que comemos y cómo la producimos determina la salud de las
personas y del planeta, y hoy esto lo estamos haciendo realmente mal”,
incide Tim Lang, profesor de la Universidad
de Londres y uno de los integrantes de la comisión que ha realizado el
estudio. “Necesitamos revisar esto de manera seria, cambiar el sistema
alimentario global en una escala nunca vista hasta ahora en una forma
adaptada a las circunstancias de cada país”.
Además de
estos cambios en la dieta, el informe considera también necesario una
combinación de otras estrategias, que incluyen una reducción drástica del desperdicio de comida y mejoras importantes en las prácticas de producción de alimentos.
En cuanto a la conservación de la biodiversidad, el trabajo de The Lancet plantea
la adopción de una estrategia ‘Media Tierra’, que significa conservar
al menos el 80% de la riqueza de especies preindustriales y proteger el
50% restante de la Tierra como ecosistemas sin tocar. Esto supone
también una mejor gestión de los océanos a nivel mundial, para
garantizar que la industria pesquera no tenga un impacto negativo en los
ecosistemas y la acuicultura se expanda de forma sostenible.
“La
producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la
resistencia del ecosistema. Constituye el mayor impulsor de degradación
ambiental y de transgresión de los límites planetarios”, señala Johan Rockström,
investigador del Centro de Resiliencia de Estocolmo. “Una
transformación radical del sistema alimentario mundial es urgentemente
necesaria”.
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