Discurso del Embajador
Pablo Solón, representante permanente del estado Plurinacional de Bolivia en
las Naciones Unidas, con motivo de la Asamblea General sobre Diálogo Armónico
con Naturaleza, 20 de abril de 2011
Nueva York, 20 de abril de 2011
Víctor Hugo, el autor de Los Miserables
escribió: “Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras
el genero humano no escucha.”
Hoy estamos reunidos para intentar
dialogar no sólo entre Estados sino con la naturaleza. Aunque muchas veces lo
olvidamos, los seres humanos somos una de las fuerzas de la naturaleza. En
verdad, todos venimos del mismo Big Bang que dio origen al universo. Aunque
algunos solo ven la leña para el fuego, cuando cruzan el bosque.
Tres preguntas son el punto de partida
del debate de hoy:
Primero: ¿Qué es la
naturaleza? Una cosa, una fuente de recursos, un sistema, un hogar, una
comunidad de seres y entes interdependientes.
Segundo: ¿Existen
reglas en la naturaleza? ¿Leyes naturales que gobiernan su integridad,
interrelación, reproducción y transformación?
Y tercero: ¿Nosotros como Estados y como
sociedad estamos reconociendo, respetando y haciendo prevalecer esas reglas de
la naturaleza?
Francis Bacon decía que no se manda a
la naturaleza sino obedeciéndola. El tiempo de los superhéroes y los
superpoderes está llegando a su fin. La naturaleza no puede ser sometida a los
caprichos de laboratorio. La ciencia y la tecnología lo pueden todo incluyendo
la destrucción del propio mundo.
Es el momento de hacer un alto en el
camino, y reafirmar el principio precautorio frente a la geoingeniería y toda
manipulación artificial del clima. Todas las nuevas tecnologías tienen que ser
previamente evaluadas en sus impactos ambientales, sociales y económicos. La
respuesta para un futuro no está en una invención científica sino en nuestra
capacidad de escuchar a la naturaleza.
La Economía Verde considera
indispensable darle precio a los servicios gratuitos que plantas, animales y
ecosistemas brindan a la humanidad en la lucha por la conservación de la
biodiversidad, la depuración de las aguas, la polinización que realizan las
abejas, la protección de los arrecifes coralinos y la regulación climática.
Para la Economía Verde es necesario
identificar las funciones específicas de los ecosistemas y la biodiversidad que
puedan ser sujetas de valoración monetaria, evaluar su estado actual, definir
el límite a partir del cual dejarían de prestar ese servicio, y concretar en
términos económicos el costo de su conservación para desarrollar un mercado de
servicios ambientales.
Para la Economía Verde el
error del capitalismo es no haber incorporado en toda su magnitud a la
naturaleza como un capital. Por eso, su planteamiento central es hacer negocios
“amigables con la naturaleza”, crear empleos verdes y así limitar el deterioro
ambiental introduciendo las leyes del capitalismo a la naturaleza.
En otras palabras, una transfusión de
las reglas del mercado salvará a la naturaleza. Este postulado de la Economía
Verde es absolutamente equivocado.
El debate no es filosófico, ya se
anuncia que la tercera ronda de negociaciones de la Organización Mundial del
Comercio sería sobre el comercio de los servicios y los bienes ambientales.
La humanidad se encuentra en una
encrucijada: entre mercantilizar la naturaleza con la economía verde o
reconocer los derechos de la naturaleza.
¿Por qué solo debemos respetar las leyes
de los seres humanos y no las leyes de la naturaleza? ¿Por qué es sólo criminal
el que mata al prójimo y no el que extingue una especie o contamina todo un
río? ¿Por qué juzgamos la vida de los seres humanos con unos parámetros
diferentes a los de la vida del sistema en su conjunto si todos, absolutamente
todos, dependemos de la vida del Sistema Tierra?
¿No hay una contradicción en solo
reconocer derechos a la parte humana de este sistema mientras todo el sistema
es reducido a una fuente de recursos, de materias primas, en síntesis a una
oportunidad de hacer negocios?
Hablar de equilibrio es hablar de
derechos para todas las partes del todo. Puede ser que los derechos no sean
idénticos para todos ya que no todos son iguales. Pero creer que sólo la parte
humana goza de privilegios mientras los otros son objetos, es la peor estupidez
de la naturaleza humana. Hace décadas decir que los esclavos tenían los mismos
derechos era la misma herejía que ahora decir que los nevados o los ríos o los
árboles también tienen derechos.
La naturaleza es implacable cuando se la
desconoce.
Es increíble que sea más fácil imaginar
la destrucción de la naturaleza que soñar con el derrumbe del capitalismo.
Albert Einstein decía que “La vida
es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal sino por los que se
sientan a ver lo que pasa.”
Aquí no hemos venido a ver un entierro...
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