La crisis alimentaria no debe
achacarse únicamente a factores
desencadenantes o coadyuvantes relativamente recientes como la subida
del precio del petróleo, la caída del dólar, las condiciones climáticas, la especulación,
las limitaciones de las exportaciones impuestas por algunos países o la
producción de biocombustibles.
También es consecuencia de
tendencias a largo plazo muy arraigadas, derivadas de cambios de las pautas
demográficas y de consumo y de varios años de fallos sistémicos de la
estrategia de desarrollo en muchos frentes. Estos fallos no sólo se produjeron
a nivel de las políticas nacionales de
desarrollo, sino también, muy especialmente a nivel internacional.
A continuación muestra fehaciente de algunos de ellos:
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