lunes, 7 de mayo de 2012

PAPEL DEL COMPONENTE ANIMAL EN LA FINCA CAMPESINA


En América Latina las actividades agrícolas están articuladas a la producción pecuaria en diversas formas.

El forraje, el grano y los residuos de cosecha se destinan para alimentación del componente animal (equinos, ovinos, caprinos, cerdos, aves y conejos) e inversamente los servicios y desechos animales, son empleados en actividades agrícolas y forestales (p.e. el abono y la fuerza ), A su vez, los animales adquieren múltiples finalidades, sea que se destinen al consumo de la familia o al mercado con un valor incrementado respecto a los productos agrícolas originales, con los beneficios derivados la calidad de la proteína animal, o se intercambian con otros productos requeridos en la economía parcelaria, mediante transacciones monetarias o no monetarias.

Otros productos de origen animal constituyen importantes recursos para la satisfacción de necesidades básicas como el abrigo obtenido de las pieles (cuero y lana) y la fuerza de trabajo con la cual muchas comunidades agricultoras labran la tierra y construyen las viviendas.

En los SPC, las actividades agrícolas, forestales, acuícola y pecuarias confluyen, bajo la administración y manejo de la familia, configurándose entre ellas complejas interacciones, entre las cuales los animales básicamente cumplen cinco funciones:

1. Fuente de alimento proteico,
2. Reciclaje de materiales y energía,
3. Forma de ahorro,
4. Fuerza de trabajo y
5. Generadores de productos de intercambio.

Entre la amplia diversidad de animales domésticos que cumplen con estas funciones en la unidades campesinas de América Latina y el Caribe, merecen destacarse aquellos presentes en los SPC como opciones complementarias de la economía familiar. Estos podríamos agruparlos bajo la denominación de ganadería menor, la cual incluye diferentes especies según la región donde sean aprovechados (p.e. cerdos, roedores, aves de corral, pequeños rumiantes y camélidos suramericanos).

1. Fuente de alimento proteico:
A lo largo de la historia y en diferentes parajes del planeta encontramos ejemplos de la simbiosis animales-hombre-ecosistemas. Según Harris (1993), la domesticación animal se inició como un esfuerzo de conservación obligado por la desaparición de la megafauna del pleistoceno. En lo sucesivo, tanto las sociedades pastoriles y las comunidades agricultoras tenían la opción de obtener las proteínas de alimentos vegetales o animales, pero la primera representaba que se requiriera mayor volumen consumido per capita para obtener la cantidad necesaria de aminoácidos esenciales, en tanto que el consumo de carne constituía obtener dichos nutrimentos en paquetes altamente concentrados: la carne.


En los sistemas rurales latinoamericanos y caribeños las especies menores aportan una buena parte de la dieta alimenticia (Leal y Lok, 1999). Los huevos, la leche, y ocasionalmente la carne constituyen la principal fuente de proteína animal en los hogares campesinos. En algunas sociedades, la carne, generalmente es reservada para ocasiones especiales (rituales sociales y religiosos), aunque en ciertas regiones el consumo de carnes blancas (pollo, gallina, pescado) constituye casi el alimento cotidiano. En épocas de crisis, cuando los albures del clima o las plagas diezman los cultivos, el consumo de alimentos de origen animal podría convertirse en la opción salvadora.

Los cuyes o curies (Cavia porcellus) criados por familias campesinas de los altiplanos andinos constituyen una evidencia de la multifuncionalidad de los animales cuando están integrados al sistema de producción campesino. El primer beneficio reportado por familias campesinas del sur de Colombia es el mejoramiento de la dieta alimenticia. Gloria Isabel Jojoa, una campesina de la cuenca alta del río Guamuez (Colombia) relata que cuando su familia decidió criar cuyes, utilizando para ello un viejo galpón destinado inicialmente para la crianza de pollos, la dieta familiar mejoró ostensiblemente, pues ya no tenían que comprar la carne en el mercado del pueblo y los ingresos generados por la venta de animales les permitía invertir en otros componentes de la finca. Esto, además de los beneficios al suelo derivados del uso del estiércol (curinaza) como abono para la huerta casera donde Gloria, su madre y su hermana cultivan hortalizas y flores.

Una parte de estos pequeños roedores herbívoros, que en promedio pueden llegar a pesar 1.5 kg peso vivo con un rendimiento del 80 % en canal, se destinan a la venta en los restaurantes locales. Un cuy asado de aproximadamente 800 gr. pueden llegar a costar 10 dólares en un restaurante para turistas.

En el Sur de Colombia, Ecuador y Perú los cuyes constituyen una opción de producción animal usualmente manejada por mujeres, tanto en pequeña como en gran escala, lo cual ha conducido a universidades y centros de investigación de estos países (p.e. Universidad de Nariño en Colombia, Universidad Nacional del Centro del Perú, Universidad Nacional Agraria de La Molina ) a configurar líneas de investigación sobre nutrición, mejoramiento y manejo de la especie (Caicedo, 1983; Morales, 1994; Moncayo, 1992; Rodríguez, 1983).

Curiosamente, estos pequeños roedores también han servido de fuente proteica para familias cubanas que los crían mediante técnicas de permacultura en huertos urbanos de La Habana, donde se han reportado camadas de 8 gazapos alimentados con diferentes especies de pastos y hierbas, con los cual han producido animales de 1.5-2.0 kg., entre las 14 y 16 semanas de vida, destinados básicamente para la alimentación familiar (Cabrera, 2001).

Otros roedores que desde épocas ancestrales son considerados como un recurso importante en la dieta de comunidades locales son el chigüiro en losLlanos de Colombia y Venezuela y los borugos, como se les denomina en Colombia al género Agouti, los cuales han sido utilizados por las poblaciones indígenas y rurales del neotrópico como fuente de proteína en la alimentación humana.

El tepezcuintle, boruga, guagua o guartinaja (Agouti paca) en Mesoamerica, donde el consumo de su carne es común, es perseguido por furtivos cazadores dada la exquisitez de su carne, sin embargo ya empiezan a criarse en cautiverio para la alimentación familiar. Se lo encuentra en bosques de galería, bosques húmedos, bosques secundarios viejos y cultivos de banano (Eliozondo, 1999). Se han estimado poblaciones variadas que oscilan entre 25 y 70 individuos/km2, para bosques tropicales en Panama, Colombia y Venezuela (Eisenberg et al., 1979; Collet, 1981; Glanz, 1982; Marcus y Glanz, 1984). Su fácil crianza y adaptación al cautiverio, la hacen promisoria para el manejo en granja (Uc Pool, 2001), además de poder integrarse con el manejo de las zonas boscosas de la finca, donde la abundancia de frutas, semillas, cortezas y hojas del bosque puede ofrecer la misma alimentación a los ejemplares en condiciones de cautiverio, logrando así una disminución de costos en reproducir esta especie (Huex, 2001) y manejar los parches boscosos de manera prudente.

 
2. Reciclaje de materia y energía
Una de las funciones más preciadas de los animales en sistemas diversificados, la constituye su papel reciclador de los materiales orgánicos. Dicho ciclaje no solo convierte elementos residuales en aprovechables para el uso agrícola, sino también la calidad de los alimentos dirigidos al hombre son mejorados.

Los cerdos son excelentes convertidores y recicladores y posiblemente fue la primera especie domesticada con fines de producción de carne. A diferencia de las otras especies que proveían servicios y otros productos, el cerdo fue y es apreciado por su alta capacidad de conversión y constituye uno de los más eficaces transformadores de carbohidratos en proteínas y grasas. Por cada 100 libras de alimento consumido un cerdo produce 20 libras de carne, en tanto que con la misma cantidad de alimento, el ganado vacuno solo produce alrededor de 7 libras (Harris, 1993). Muestra de ello es que el cerdo convierte desperdicios de cosecha o cocina en apreciados cortes de carne magra y grasa para el consumo humano, la cual es bien comercializada, principalmente en épocas especiales del año.

El estiércol de cerdo (cerdaza o porquinaza) bien puede utilizarse para proveer biodigestores o composteras. Se estima que un cerdo puede producir alrededor de 7 Kg/día de estiércol fresco, de tal manera que con cuatro cerdos bien podría mantenerse un biodigestor de campana, produciendo gas suficiente para una estufa y una lámpara. El estiércol de vacuno es un fertilizante muy bueno y barato, y la cantidad que se produce es significativa. Por ejemplo, una vaca excreta 5,5 kg de materia seca por día (Huss, 1993) lo que equivale a una producción anual de 14.000 kg. de estiércol fresco por unidad animal (450 kg de peso vivo). La mayor parte de éste y el estiércol de otros tipos de animales cae en las tierras de pastoreo, sin embargo, en el caso de los sistemas de producción estabulados es posible recolectar grandes cantidades y esparcirlas en las tierras de cultivo
 
3. Forma de Ahorro
En muchos explotaciones familiares de Los Andes suramericanos es común encontrar el cerdo como el sumidero de nutrimentos que después se canjearán en los mercados locales, por dinero u otros bienes, en épocas de mejores precios o de iliquidez de la familia. En este sentido constituyen una forma de ahorro de las familias campesinas, en la media que la cría y engorde de porcinos generalmente se hace con base en productos de desecho o alimentos que no son consumidos por el hombre y que después de 4 o cinco meses producirán un ingreso monetaria.

Las cabras y ovejas se han ganado el apelativo de “vaca de los pobres” por su buena capacidad de conversión a leche y carne de una gran diversidad de materiales orgánicos, muchos de ellos considerados como “basura”. Además, los caprinos y ovinos son apreciados por el estiércol que producen para ser utilizado como sustrato en lombrigueras y composteras.
 
Estas especies son generalmente ignoradas por investigadores, extensionistas y tomadores de decisiones de muchos países en desarrollo, olvidando a menudo su importancia económica para el desarrollo agrícola y para la seguridad alimentaría. Sin embargo, las ventajas de los pequeños rumiantes respecto a los bovinos saltan a la vista, si se tiene en cuanta que una vaca solo produce una cría al año en un parto, en tanto que una cabra puede tener 1.7 partos con 1.5 crías por parto (2.6 crías / año), lo cual se reflejará en los indicadores productivos de leche y carne. Existen estudios donde demuestran que en un potrero bien manejado de ryegrass se pueden alimentar 45 cabras de 40 Kg. de peso vivo, que es el equivalente a pastorear 4 vacas de 450 Kg. c/u. Es decir que bajo estas condiciones de alimentación, con lo que se alimenta una vaca se pueden alimentar 11 cabras.

Otra especie importante en Sur América desde tiempos prehispánicos, son los denominados camélidos suramericanos, ya que constituyen fuente de carne, leche, piel y fuerza de trabajo.
 
 En los trabajos de Holmberg y Burmeister citados por Aguirre (1991), se consigna el uso adecuado que de los camélidos suramericanos (llamas, alpacas, vicuñas, etc.) venían haciendo los aborígenes desde tiempo inmemorial, los cuales pueden sobrevivir armónicamente en ecosistemas frágiles (pe. humedales, tierras de altura) donde la introducción de otros animales sería fatal para su equilibrio ecológico. La crianza de alpacas y llamas constituye en una de las pocas actividades ganaderas que se pueden llevar a cabo en terrenos geográficos ubicados en las grandes alturas (Raggi, 1998) y con el aprovechamiento de recursos locales, en virtud de su capacidad de aprovechar pastizales naturales del altiplano, por su adaptación al consumo de pastos estaciónales, muy toscos, de baja calidad nutricional y de una relativa baja variedad y disponibilidad.

4. Fuerza de Trabajo
Las especies animales domesticadas son valiosas por múltiples productos y servicios, criarlas y matarlas únicamente por su carne equivale a desaprovechar su valor como fuerza de tracción, como productoras de fibras y como proveedoras de abono (Harris, 1993). La fuerza de los animales ha sido probada tanto en las pequeñas parcelas campesinas de las laderas andinas, donde las pendientes severas no permiten el ingreso de tractores o la insuficiencia de capital de los pequeños productores impide inversiones onerosas en máquinas dependientes de combustibles fósiles. También, en las sabanas y desiertos de África y Asia, los bueyes, caballos, búfalos o camellos son la mejor opción para arar la tierra, transportar materias primas y agua, según sean las necesidades de potencia, al igual que en las grandes empresas agroindustriales productoras de aceite de palma, los bueyes, mulas y búfalos constituyeron una alternativa como fuerza de tracción para la recolección de los frutos.

5. Productos de Intercambio
Usualmente están representados en los animales criados en los huertos caseros (Bentes-Gama, et al., 1999) Además de los productos alimenticios que las aves de corral y otras especies menores pueden proporcionar a la economía familiar, las transacciones no monetarias o “trueque“de productos agropecuarios es una práctica usual en ciertas zonas rurales de América Latina.

En tal transacción los animales de corral (gallinas, pavos y patos) y los huevos son los predilectos, constituyéndose su valor de uso en un bien que se intercambia por otros productos requeridos por la familia para la reproducción de la unidad económica y la alimentación familiar. Intercambios de huevos por fríjol, gallinas por maíz, patos por semillas de algún cultivo o el pago de un servicio son prácticas comunes en sociedades rurales. Cuando en el intercambio media el dinero, este se convierte en el medio para adquirir productos en los mercados, de esta manera, los animales cumplen la función de producción bienes de intercambio.

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